Reflexiones
acerca de lo importante que es asumir cuanto antes (y así ahorrarse disgustos,
y auténticas fortunas en terapia), que más pronto que tarde, todos terminamos
convirtiéndonos en una versión bastante "desmejorada" de nuestros
progenitores.
Esto
es así, llega un momento (suele darse alrededor de los 40), en el que empezamos
a hacer todo aquello que juramos y perjuramos que jamás haríamos, porque era
algo, que no dejaban de hacer nuestros padres.
El
proceso de conversión no sólo incluye
"puntos de vista" (que son los que más molestan) sino que también
introduce; frases hechas, tics, gestos, manías, "neuras", cortes de pelo, y extrañas aficiones culinarias como la que desarrolló mi madre en sus últimos años y que consistía en hacerse bocadillos de chorizo con patatas chips dentro...*
*En mi caso ha evolucionado a meter chips dentro, y dejar la bolsa fuera y a mano, de acompañamiento...
*Preciosa imagen de unas doradas chips.
Podríamos
determinar así mismo, que la afinidad genérica, también influye.
Véase,
cuando mi marido y yo empezamos a ser víctimas del proceso de conversión, yo me
convertí en mi madre, y él en su padre, motivo este por el cual estuvimos una
larga temporada sin compartir, el lecho conyugal…
Recuerdo
como si fuese ayer, mi primer contacto con esta experiencia, mas que
sorprendente, “acojonante”.
Vivíamos
aún en la primera casa que tuvimos en Londres, en Pimlico Road, y habíamos
organizado una cena con amigos.
Todo
se desarrollaba con normalidad, sin incidentes, y en inglés... cuando a la
altura del segundo plato, y ya a punto de recoger para servir el postre, cogí,
y movida por un extraño resorte tipo “petardo en el culo”, me levanté, y
poniéndome “en jarras”, miré a todos, y les dije en el más puro “chamberinglish”
"¿Alguno con hambre? ¿Le frío un huevo a alguno?" (frase insignia de
mi madre, que movida por el espíritu de la postguerra, no consentía que en casa
nadie se quedase con hambre, y se dedicaba a ofrecer huevos fritos de postre
como quien ofrece cafés)
A
partir de aquel momento, todo fue de mal en peor.
Lentamente,
y sin tan "lentamente", la joven que hasta entonces era, se fue
transformando irremisiblemente, en su madre.
*Apuntar que a estas señoras. no las conozco, pero que me ha parecido una foto de lo más descriptiva para lo de la posesión materno-filial.
Antes
de salir a la calle, daba trescientas vueltas a la casa comprobando
meticulosamente que había cerrado el gas, apagado la luz, y colocado "la
trampa de cazar leones" (que esto era un invento de mi madre, que
consistía en dejar siempre un cubo de agua muy pegadito a la entrada, y que
servía, siempre desde su lógica, como elemento disuasorio para los extraños)
Ya
en el portal, me sorprendía a mi misma, santiguándome tres veces, y además así
como muy rápido y "a lo loco", e invocando al "Niño del
Remedio" para poder regresar "con bien" al hogar (que esto si
que conociéndome hubiese dado para un estudio a fondo...)
*Santo Niño del Remedio que da mucho "yuyu".
Un
día, yendo en autobús, me encontré mirándome en un espejito, cuya existencia
desconocía y que debía de haber aparecido dentro de mi bolso por obra y gracia
del “Niño del Remedio”, retocándome (con unas pinzas también aparecidas de la
nada) de forma compulsiva y neurótica la curvatura de las cejas*
*De
haber vivido hoy en día, mi madre hubiese tenido su propio blog de depilación
de cejas a pinza, arte en el que sin lugar a dudas, era la mejor.
Un
sin vivir en mí, pero además, literal…
Preocupada
por lo inusual, y precipitado de los acontecimientos, intenté buscar consuelo
en mi hermana, pero claro, siendo esta como era, unos años mayor que yo, no
sólo había empezado a desarrollar la conversión mucho antes, sino que se
encontraba muy cerca de alcanzar la “perfección”. Manuela, no sólo era capaz de
mantener a raya la curvatura de las cejas en el autobús con una sola mano y mirándose en el reflejo de la ventanilla, sino que podía freír huevos para todos a la hora del postre, al tiempo
que iba rellenando el cubo de agua para dejarlo junto a la puerta de entrada
antes de ir a dormir...
Perdidas,
ambas estábamos perdidas…
A
mi madre, todo esto, no sólo le hacía muchísima gracia (he de reconocer que
tuvimos la gran suerte de tener unos padres la mar de divertidos) sino que lo
usaba constantemente para meterse con nosotras, y ni que decir tiene, lo
completamente “psicótico” que podía volverse aquello, si decidíamos ir las tres
juntas a cualquier sitio.
Pero
bueno, poco a poco, el tiempo va consiguiendo que lo que en un principio
resulta anti-natural, deje de serlo, y de la sorpresa, se pasa a la costumbre
sin mayor problema. Y una leche…
Sin
mayor problema, hasta que de repente un día, te encuentras nuevamente a ti
misma, repitiendo conductas, actitudes, tics, e incluso tarareando
“cancioncillas” (llevo cerca de dos semanas sin dejar de canturrear a Antonio
Molina) , que si bien no eran habituales en tu madre en sus años mozos, si que
pasaron a serlo en su vejez ¡¡SOCORRO!!
*Antonio Molina - Cocinero Cocinero (The Best)
Ya
llevaba yo unos meses, un tanto preocupada, por el “esto antes no pasaba” que
de cuando en cuando se me escapaba… pero es que ya lo del otro día clama al
cielo.
“Encontrábame”
yo tan ricamente, y como cada jueves por la tarde en mi peluquería de siempre
para retocarme el “plis” del pelo, y así mantenerlo en gris plata, y no en
amarillo Piolín, cuando de repente (y esto sí que da miedo ya que la posesión,
por lo de estar mi madre muerta, puede ser real ), de mi boca salieron las siguientes
palabras.
- Mira “hijita” (¡¡¿Hijita?!! ¡¡¿De cuándo
a qué he llamado yo a alguien “hijita”?!!) que he estado pensando, que ya llevo
yo muchos años así como con el pelo a lo Príncipe de Beukelaer, y que no se yo si
que me lo cortes un poquito más, para así poder “marcármelo” (otra palabra que
llevaba yo sin oír desde que murió Franco) yo solita con unos “bigudíes”
(¡¡¿bigudíes?!!) en casa.
Mi
peluquera (la que me recomienda las viscoelásticas y demás actividades perniciosas para mi salud...), que es un encanto, dejo a un
lado el cepillo, y la “navajita” de recortar, y tras pedirme perdón por
anticipado, me metió una colleja, y espero a ver el resultado*
*Apuntar
que fui yo misma, la que hace un par de años, la introduje en el antiquísimo
arte de una colleja bien dada.
Mano
de santo. Reaccioné, respiré profundamente, y volví a verme a mi misma con mi
pelito libre de “bigudíes” en gris plata, sin el más mínimo problema. Pero
claro, el hecho de haber salido con bien de esta, no implica que no vuelva a
suceder…
Resumiendo,
que entre la posibilidad de que se me despierte el “chip viejuno”, las
posesiones maternas , y la entrada de la primavera, que a mi particularmente me
pone de bastante mala uva (me llamo Lady Gin Tonic, y tengo alergia a los
plataneros), no se si será mejor dejar esta actividad hasta después del verano,
más que nada, para no dañar la estabilidad psíquica de nadie.
Insisto,
nos enfrentamos a un momento complicado de mi existencia, por lo que sería de
agradecer, que en el caso de observar en este Blog cosas extrañas, o
"salidas" de madre... se recurriese sin el más mínimo pudor, a cualquier
organismo, y o entidad, que pueda llegar a desarrollar cierta autoridad sobre
mi, como por ejemplo "el cuerpo de bomberos" (vieja, no tonta...).
Sin
más, que alargar esto es darle pie a mi madre, para meter baza...
Lady Gin Tonic
#reinaelbigudi